Todos los tragos en esta taberna van a la cuenta de aquel viejo
perdedor. Aquel vejestorio tan simpático que ofrece sus servicios a
cambio de sólo aplausos y risas embriagadas con una mezcla de tristeza y
olvido.
Sus servicios son de la mejor calidad que se puede encontrar, y no
constan mas que de exhortarnos a entrar en un estado de alteración de
nuestros nervios y a olvidar lo que nos trajo a este lugar.
Todos los tragos de esta taberna van a la cuenta de aquel hombre del
piano, que con su ya tan desgastada voz por el trago, el llano y el
cigarro, nos reconforta. A nosotros, los lisiados, los traicionados, los
que agonizan en el olvido, los que vivieron engañados.
Todos los tragos de esta taberna van a la cuenta de aquel músico tan
melancólico. Todos los tragos van a la cuenta de aquel pobre diablo.
Todos los cantos van a nuestro nombre, al menos en esta noche.
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